ROSSANA COLOMÉ ZUMARRAGA

¿CUÁL ES MI HISTORIA?
17 de marzo del 2020. Habían sido los primeros días de encierro por la pandemia cuando llegó mi esposo a la casa diciendo que deberíamos ir a pasar la cuarentena a la casa de playa de sus papás. No estaba muy segura de querer irme de la comodidad de mi casa y alejarme de mis papás, además, aunque me cueste aceptarlo, a veces suelo ser muy apática y eso de levantar ropas, sábanas, toallas, despensa, etc., para pasar unos días en la playa, no me tenía muy convencida. Pero supuse que sería por poco tiempo, así que no empaqué mucho. Por si las moscas, había comprado unos abanicos de mano en blanco y unas resinas que había investigado por internet y cargué con mis pinturas acrílicas pensando en retomar la pintura, de perdido en pequeño formato, abanicos, fundas de celulares y así. Toda mi vida he pintado y es gracias a mi pintura que he podido tener a veces un poco de dinero propio, y digo poco porque la realidad es que siempre me ha costado mucho mostrarle a la gente lo que hago y recibir un halago sin no sentirme engreída; siempre me puse trabas y nunca me promoví ni ofrecí mi trabajo. Hacía unos años había guardado mis óleos y pinceles totalmente desmotivada. No sé si había sido por falta de tiempo, o porque me había dedicado a pintar lo que otros querían, quizá porque había dejado de hacerlo desde el corazón o simplemente era resultado de esa, mi antes mencionada apatía. Pero no sólo había abandonado esa parte tan mía, poco después de tener a mi tercer hijo, me había dado cuenta que también me gustaba escribir.
Por mucho tiempo, mi lap se convirtió en una extensión de mis dedos y de mis ideas. Me pasaba horas al día, noches sin dormir escribiendo historias, novelas que nadie o casi nadie leería. Siempre he creído que los pocos que me han leído lo han hecho por hacerme un favor y que en realidad no soy lo bastante buena como para salir al mercado. Pensaba que, dentro del arte, la escritura es la más difícil de retribuirte económicamente, pero sentimentalmente es la que más te retribuye. Ya sea por falta de tiempo o por desánimo, había dejado historias sin concluir y lienzos vacíos que de vez en cuando volvían a mis recuerdos y entonces me prometía a mí misma retomarlo pronto, aunque ese “pronto” nunca llegaba.
La cuestión es que llegué a la playa poco convencida, huyendo del encierro por la pandemia y el contagio y ese día de llegada nos dimos cuenta que en la casa de al lado también había una familia instalada. Ya era de noche cuando salimos a la arena y fue en ese momento que conversamos por primera vez con los vecinos. Sabíamos quiénes eran, pero nunca habíamos hablado, unos diez años más jóvenes que nosotros y con hijos mucho más pequeños que los míos. Una simple conversación algo comprometida con dos personas que había visto pocas veces antes, personas con las que “no tenía nada en común”, que seguramente de otra forma, jamás se hubieran convertido en personas especiales en mi vida. Algunos le llaman casualidad y otros, sincronía, para mí fue como un enorme regalo. “Estoy escribiendo un libro” me dijo ella, entonces le enseñé el que yo había escrito, un libro impreso por Amazon, lo había subido a esa plataforma más que nada por la facilidad de adquirir un par de muestras físicas sin tener que invertir a gran escala. Continuamos hablando y le conté a grandes rasgos de qué se trataba mi libro, luego hablamos del que ella estaba escribiendo y me dijo: “se basa en Un Curso De Milagros, ¿lo conoces?” preguntó, le sonreí y asentí con la cabeza. Hacía muchos años había conseguido el libro de UCDM y había leído gran parte de él y hecho los primeros ejercicios, pero como es normal en mí lo había dejado a medias.
De aquella conversación surgió la idea de escribir juntas un libro, y días después comenzamos ésta aventura que me devolvió esa parte de mí olvidada y aumentó levemente la confianza en mí misma. Todos los días escribíamos juntas y algunas noches me dormí hasta el amanecer inspirada en la historia. ¡Me hacía falta eso! Escribir aquel libro implicó un examen de consciencia y llevar la mirada hacia atrás, fue en ejercicio que nos hizo crecer a las dos. Además, había aumentado el tiempo en familia donde una simple cena se había vuelto un motivo especial, todos los días. Y para cerrar con broche de oro, empecé a pintar y hasta abrí una página de instagram. Un día, mi vecino me hizo una invitación a una subasta de pinturas y decidí pintar un cuadro que siempre había querido hacer, pero que nunca me había dado el regalo de hacerlo nada más por que sí. En vez de la soledad y el encierro que esperaba, encontré nuevos amigos, me encontré con mi hermosa familia, pero, sobre todo, me encontré conmigo misma… Me encontré valorando la vida y lo que realmente es importante, buscando ser feliz, disfrutando cada día, cada bocado, cada plática, cada instante de estar conmigo y con aquellos que son parte de mí.
Obvio que no como en un cuento de hadas. Si con algunos enojos, alguna que otra discusión en casa, con la frustración de haber tenido que renunciar a muchas cosas por la pandemia, con miedo al coronavirus, a la situación económica y política del país. Con la incertidumbre de no saber qué puede pasar mañana. Pero entendí que la vida es una bandeja infinita de posibilidades y que el solo hecho de pensar o desear algo, ya lo hace posible. Que hay que soltar, dejar el control porque en realidad no podemos controlar nada más que a nosotros mismos. Dejé de ponerle límites a mis sueños y mis anhelos, hice un lado el miedo al fracaso, y no es que en realidad le haya perdido el miedo, pero me estoy permitiendo hacer mis locuras acompañadas de la posibilidad de fallar. Que el valor de la vida se resume en un instante, o mejor dicho en cada instante.
MIS VECINOS Y LUCIANA MI HIJA
El libro está terminado, el cuadro subastado, sigo pintando, no había vuelto a escribir hasta ahora, estoy cumpliendo otros sueños, me estoy arriesgando. No sabemos cuánto más va a durar esto, así que más nos vale cambiar en vez de esperar a que las cosas cambien. Sé que para muchos han sido días difíciles, pero para mí ésta etapa ha sido el mayor regalo. Y lo escribo con temor a que mi suerte se vaya, pero no puedo más que agradecer por éste tiempo, con sus facilidades y sus dificultades, pero que ha dejado tanto al descubierto y nos ha ayudado a ver lo que en verdad es importante.
Rossana Colomé Zumárraga
Libro «El libro de Julieta» de venta en Amazon.
Cuadros, abanicos y fundas en instagram: roco_arte
37 comentarios